“Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos ha venido avanzando contra viento y marea, y los que se esfuerzan logran aferrarse a él”. (Mateo 11:12).


Hay un asalto sin precedentes sobre la sociedad toda en la actualidad. Con la destrucción de los valores básicos de la familia, la perversión y la inmoralidad han sido desatadas contra toda la humanidad. Pero aún hay esperanza.


Elías fue un hombre que llegó a la escena en Israel cuando la espiritualidad de los israelitas estaba en su punto más bajo, y cuando las perversiones y la inmoralidad habían arrasado la Tierra. El profeta Elías, llegado aparentemente de la nada, llamó al pueblo de su nación a que volviera al único Dios verdadero. En un enfrentamiento ejemplar entre este profeta y los profetas de Baal, Elías sabía que la victoria era
suya, y gritó: “Y acercándose Elías a todo el pueblo, dijo: ¿Hasta cuándo claudicaréis vosotros entre dos pensamientos?” (1 Reyes 18:21).


Esa misma pregunta resuena fuerte y clara en nuestros días: ¿hasta cuándo vacilaremos entre dos opiniones? La reina de la época de Elías, Jezabel, había desafiado las leyes de Dios continuamente y había hecho que Israel se apartara de su destino. Elías vino a desafiar esa autoridad sobre su nación y a luchar por ella, y lo hizo. El espíritu de Elías no era solamente un espíritu que iba a volver los corazones de los padres a los hijos, y los de los hijos a los padres; también fue una postura de violencia y contiendas. Debemos luchar en nuestro país contra los principios y las ideologías que han dominado durante demasiado tiempo. Así como Jehú ordenó milenios antes derribar a Jezabel, se oye, a la distancia, el resonar de un ejército de liberación que repite: “¡Derríbala! ¡Derríbala! ¡Derríbala!”


Oración intercesora


“Padre, oramos para que este espíritu de Elías se levante en nuestro tiempo. Haznos luchadores que desafíen el statu quo de esta época y no se queden satisfechos con estar en silencio. Danos la fe que Elías tuvo para que lleguemos a ver la maldad y la inmoralidad fuera de esta Tierra. Padre, ya no toleraremos a Jezabel en nuestra Tierra; ¡y tampoco la toleraremos en nuestros corazones!”